Pese a que su cultivo empezó hace 5.000 años, no fue hasta el siglo XIX cuando el girasol alcanzó un mayor desarrollo agronómico, primero en Rusia y posteriormente en toda Europa. Es en el siglo XX cuando la mejora cientí­fica de este cultivo lo convierte en uno de los principales cultivos oleaginosos a nivel internacional, a causa de dos logros de gran relevancia: el aumento drástico de su contenido en aceite y la obtención de un sistema de androesterilidad citoplasmática combinado con restauración de la fertilidad que permitió la producción de variedades hí­bridas a escala comercial. Con un area cultivada de cerca de 4 millones de hectáreas, es el tercer cultivo oleaginoso en la Unión Europea, después de la colza y el olivo; siendo España el paí­s que le dedica una mayor parte de su superficie cultivable (22%). Andalucí­a, que acapara el 43% de la producción nacional, es la primera región productora.
La investigación en girasol en nuestro paí­s comienza con la implantación del cultivo a gran escala para producción de aceite a comienzos de los aí±os 70. Desde entonces hasta ahora, se han mantenido diferentes lí­neas de Investigación sobre este cultivo, principalmente a través del Grupo de Investigación en Girasol, que aglutina, entre otros, a cientí­ficos del centro IFAPA-Alameda del Obispo (Área de Producción Agraria) y del Instituto de Agricultura Sostenible, tanto del Departamento de Mejora Genética Vegetal como del de Protección de Cultivos. Recientemente se han presentado algunas de las lí­neas de investigación desarrolladas por este grupo a lo largo de sus 25 años de vida. Se trata de proyectos de carácter nacional e internacional encaminados a potenciar la transferencia cientí­fica y la colaboración a largo plazo entre investigadores en girasol de organismos públicos y empresas privadas.
 
Unión Europea, del Ministerio de Ciencia e Innovación, o bien con fondos privados a través de convenios de colaboración con empresas. €œLa investigación en colaboración con empresas nos aporta ventajas que van más allá de la financiación rápida o la explotación de patentes. Nos ofrece una visión más global del sector, es una forma de que el cientí­fico esté en contacto con la realidad€, aclara Leire Molinero Ruiz, investigadora del IAS, quien asegura que una de las mejores razones para cooperar con el sector privado es precisamente €œver que el trabajo cientí­fico sirve para generar riqueza€.
Aceites a medida€ o a la carta€
En un primer apartado, se planteaba la necesidad de diversificar los usos del aceite de girasol, así­ como optimizar su calidad para determinadas aplicaciones (industriales y alimentarias, principalmente). En este sentido, se presentaron diversos proyectos de investigación llevados a cabo cuyo objetivo era modificar el contenido y la composición de componentes de calidad del aceite de girasol para obtener un aceite de caracterí­sticas mejoradas; por ejemplo, con mayor contenido en Vitamina E, o en ácido esteárico, ácido graso saturado que no aumenta los niveles de colesterol LDL.
En este último caso, aclara la investigadora Begoña Pérez Vich del IAS, se ha desarrollado, conjuntamente con investigadores del Instituto de la Grasa de Sevilla y la empresa Advanta, un aceite de girasol semisólido de forma natural que se puede emplear para la fabricación de margarinas y productos de confección como helados y bollerí­a reemplazando a grasas con alto contenido en ácido grasos saturados hipercolesterolémicos (mirí­stico y palmí­tico) y aquellas obtenidas por hidrogenación parcial del aceite, con alto contenido en ácidos grasos trans.
Plantas más resistentes
Históricamente el mildiu viene siendo una preocupación para los productores de girasol. Esta enfermedad, causada por el oomiceto Plasmopara halstedii, origina grandes pérdidas económicas. Tanto por su persistencia a lo largo de las campañas de cultivo, como por su diversidad de razas y desarrollo de resistencia a tratamientos quí­micos, su control requiere un adecuado manejo de las alternativas disponibles.

Los resultados obtenidos por el Grupo de Investigación en Girasol han supuesto un importante avance en el conocimiento del patógeno (caracterización de razas y reacción a fenilamidas), posibilitando, por ejemplo, la incorporación de resistencia a determinadas razas de P. halstedii en programas de mejora de girasol de España y Francia, o el ensayo de nuevos compuestos quí­micos efectivos para el control de la enfermedad.
Otro de los grandes retos a los que el grupo ha hecho frente durante este tiempo ha sido mantener la resistencia del cultivo al jopo, enfermedad causada por la planta holoparásita Orobanche cumana, responsable de pérdidas de producción de hasta el 50% en algunos paí­ses mediterráneos. Tras la identificación de una nueva raza en España (raza F) y la búsqueda de resistencia genética efectiva frente a ella, ha sido posible seleccionar fenotipos resistentes que se han incorporado a programas de mejora adaptados a nuestras condiciones de cultivo. Estas tecnologí­as se pueden exportar a otras regiones productoras a nivel mundial.

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