La proyección de Memoria de algodón, un documental que recoge la historia de La Montiela, sirvió de ejemplo ilustrativo para debatir acerca del proceso de colonización rural que tuvo lugar en la dictadura franquista. Varios expertos en Historia, desarrollo rural y polí­tica agrí­cola se dieron cita en Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC) para profundizar sobre esta cuestión.
«La polí­tica de colonización desarrollada durante el Franquismo fue todo un fracaso. La Montiela es una de las pocas excepciones que se pueden encontrar; uno de los pocos pueblos que aún perduran». Para Pablo Rabasco, profesor de la UCO, la eficacia de estos planes de asentamiento demográfico apenas tuvo impacto real, pues sólo ‘afectó’ al 10% de la población agrí­cola. «De lo que se trataba era de llevar el regadí­o hasta las zonas de secano de los grandes terratenientes, los verdaderos beneficiarios de esta polí­tica».
Según Eduardo Moyano, investigador y director del IESA, la puesta en marcha de esta estrategia fue fruto del empeño polí­tico de una de las familias del Régimen, cuyo principal objetivo era el de fijar la población al terreno, obteniendo mano de obra para los grandes latifundios. «Probablemente el fracaso del modelo de colonización se deba, en parte, a que se trataba de un proyecto que se diseñó en un contexto determinado, pero que se aplicó en otro muy distinto«. Concretamente, los primeros planes se fraguaron tras la Guerra Civil, en un momento en el que se pretendí­a hacer frente a la escasez y autarquí­a a través del autoconsumo, apostando por la economí­a de subsistencia. Sin embargo, estos programas no se implementaron hasta los años 50, una década en el que el desarrollo agrario se medí­a en términos de productividad.
Por otro lado, el sistema en que se sustentaba imponí­a una estructura institucional en la que las decisiones se tomaban de forma unilateral y se aplicaban de forma vertical, a través de figuras como técnicos y capataces. «El control social era tremendo, de un despotismo evidente», señalaba Benjamí­n Cortés, miembro de Almocafre, al tiempo que recordaba su trayectoria en el Servicio de Extensión Agraria en los años 80. «Poco antes se empezó a cambiar la forma de trabajar, pero hasta entonces era la Autoridad quien decí­a a los colonos qué tení­an que hacer y cómo tení­an que hacerlo».
Esta ausencia de mecanismos de participación democrática también fue resaltada por Mamen Cuéllar, del ISEC. «En este tipo de proyectos se suelen olvidar los componentes sociológicos, tan sólo se piensa en variables técnicas». Para Cuéllar, éste podrí­a ser uno de los factores que desencadenó el abandono por desarraigo de estos núcleos creados ‘artificialmente’, lo que explicarí­a la ausencia de un relevo generacional una vez que el desarrollismo tecnológico redujo la mano de obra agraria y permitió a los jóvenes emigrar a las ciudades en busca de otras expectativas personales y profesionales.
En cualquier caso, matiza Moyano, «el fracaso de este modelo agrí­cola no tiene nada que ver el espectacular desarrollo que ha experimentado el campo español en las últimas décadas del siglo pasado».

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