Investigadores del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC) han desarrollado las dos primeras variedades de guisante (Pisum sativum) resistentes a Orobanche crenata, planta parásita conocida como jopo, principal causante de las graves pérdidas que sufre este cultivo en el área del Mediterráneo y Oriente Medio. O. crenata afecta a otras leguminosas como las habas, las lentejas, las almortas o la veza, pero sus efectos son mucho más devastadores en guisante, causando pérdidas de rendimiento del 100%, convirtiéndose en el principal factor limitante para su cultivo en la cuenca mediterránea.
Según los expertos, la importancia de del cultivo del guisante, destinado principalmente a la fabricación de pienso para alimentación animal, radica en la reducción de la dependencia de las importaciones de soja. Además, permitirí­a diversificar las fuentes de proteí­na y adaptarlas a los diferentes usos. Por otro lado, es bien conocido el papel beneficioso de las leguminosas en las rotaciones de cultivos. En este sentido, el guisante, como leguminosa, tiene un rol importante en la fijación de nitrógeno atmosférico, ahorrando al agricultor costes en fertilizante y mejorando las condiciones fí­sicas del suelo. Esta alternancia de cultivos contribuye a la protección frente a patógenos y malas hierbas.
Las polí­ticas europeas defienden la conveniencia de reintroducir cultivos de leguminosas. Sin embargo, pese a las ayudas ofrecidas, la producción de guisante no ha hecho sino descender en las últimas décadas. Uno de los motivos principales era la susceptibilidad de esta especie a Orobanche crenata. La falta de métodos de control eficaces unida a la poca rentabilidad de las semillas comercializadas (variedades foráneas, poco adaptadas a las enfermedades y climatologí­a de la región) provocó el abandono de este cultivo por parte de los productores mediterráneos.
Las dos nuevas variedades de guisante, bautizadas con los nombres de €˜Fandango y €˜Toro€™, han demostrado su resistencia a dicha planta parásita en diversos estudios de campo que se han llevado a cabo en varias localidades de España, así­ como en Egipto, Palestina y Túnez, con el fin de evaluar su rendimiento en diferentes entornos susceptibles. Ambas han sido enviadas para al Registro de Variedades Protegidas de la Unión Europea para su posterior comercialización a nivel internacional. De hecho, varias cooperativas y empresas de diferentes paí­ses ya han mostrado su interés por contar con variedades de guisante resistentes al jopo, como única forma de rentable de cultivar guisantes en los campos infestados.
Para su obtención no se han utilizado herramientas moleculares, sino métodos de mejora genética clásica. Se comenzó con una tediosa búsqueda de fuentes de resistencia, para lo que se evaluaron en campo más de 3.000 entradas de guisantes procedentes de Bancos de Germoplasma de todo el mundo. Se encontraron muy pocas entradas con ciertos niveles de resistencia incompleta, pero con muy malas caracterí­sticas agronómicas, siendo algunas de ellas especies silvestres, que fueron cruzadas para acumular los niveles de resistencia disponibles.
Tras 15 años de cruzamientos y selección en campo, se dispone ya de variedades resistentes y productivas. Este trabajo ha sido llevado a cabo por un equipo coordinado por el Dr. Diego Rubiales Olmedo, pionero desde principios de los 90 en investigación sobre mejora en guisante por resistencia a enfermedades. En paralelo se han desarrollado exitosos estudios de herencia y de genómica, que se espera sirvan en un futuro próximo para acelerar el proceso de mejora.
Con la finalidad de mejorar la viabilidad de este cultivo, el equipo del IAS-CSIC está llevando a cabo diversos proyectos en los que también se buscan variedades de guisantes resistentes a otras enfermedades causadas por hongos, como el oí­dio, la roya, la ascoquitosis o las fusarioisis. Asimismo, colaboran con diversos centros de investigación en estudios relacionados con el control de dichas enfermedades en otras leguminosas como el haba o la lenteja. Otra de sus lí­neas de investigación está orientada hacia la evaluación de la interacción entre el estrés hí­drico y ciertos patógenos vegetales como son Fusarium oxysporum y Erysiphe pisi, cuyos sí­ntomas o efectos en la planta resultan similares.
Actualmente, este grupo sigue profundizando en el uso de marcadores moleculares que permitan identificar los genes de resistencia, combinando así­ las técnicas de mejora clásica con la investigación genética. Se trata de una aproximación integrada, que va desde la caracterización génica hasta la evaluación en campo de las variedades desarrolladas y su integración con otras estrategias de control integrado.
Un enemigo muy temido pero poco conocido
Aunque ya desde la Antigüedad clásica se tení­a conocimiento de las infecciones del jopo de las leguminosas fundamentalmente sobre haba, se conocí­a poco sobre su efecto en el guisante, de modo que se ha descrito como un problema reciente, cuando en realidad no lo es. El jopo es tan devastador sobre el guisante que ha impedido el cultivo en las áreas infestadas. A diferencia de otros cultivos afectados por otras especies de Orobanche, como el girasol, no se habí­an desarrollado medidas efectivas de control para esta enfermedad en guisante. Desde que se iniciaran las primeras investigaciones sobre mejora hasta que se han obtenido variedades resistentes al jopo han pasado 15 años, pero finalmente se ha conseguido de forma natural contar con estas semillas que, además, presentan altos í­ndices de productividad y adaptabilidad a las condiciones agroclimáticas andaluzas. Este avance abre las puertas para la reintroducción de este cultivo en toda la región mediterránea.
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